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sábado, 15 de agosto de 2009

DIEZ AÑOS NO ES NADA



QUE DIEZ AÑOS NO ES NADA.

Parafraseando al tango que decía: “…que veinte años no es nada…” me acuerdo de una larga conversación que mantuve hace algunas fechas, con un viejo conocido, referente a lo que calculábamos que le queda de vida a este invento de los festejos taurinos y al final conseguimos estar de acuerdo en que a lo sumo, le quedan diez años de vida, al menos como actualmente lo conocemos.
Una vez llegados a ese acuerdo, quizás mas, fruto del Ribera del Duero que nos acompañaba, que de una sesuda reflexión, aunque también, reflexiones sesudas las hubo. Según nuestro convenio , dentro de diez años, mas o menos, las plazas de toros estarán llenas de “Guiris”, no habrá ya ningún aficionado, pues poco a poco habrán salido huyendo de ellas, con el beneplácito de los “taurinos”, incluso algunos ecologistas, defensores de los animales, también irán de vez en cuando a ver a esos ya menos hermosos animales, semi-domesticados e incluso recordaran aquellos tiempos en que se despelotaban, delante de las plazas de toros y se lo contaran a sus hijos.
Los festejos taurinos serán más o menos así:
De momento las entradas las venderán las agencias de viaje y turismo, como un espectáculo que fue y como tradición ya pasada de España.
Los toros saldrán de los toriles, sin divisas, sin marcas, total para que, serán todos clones, sean de la ganadería que sean, despitonados, con el mínimo de acometividad, pero suficiente, para que cumplan ese tramite del capote, el torero de turno, un desconocido por todo el mundo, hará infinidad de bonitos pases, hasta que se canse. Después y lógicamente, sin picar, o como mucho se simulara la suerte con el regatón. El tercio de banderillas, que como es de suponer, serán también simuladas, pondrán infinidad de ellas, largas. cortas, rosas, al violín, al sesgo, a topa carnero, al quiebro y dejaran el ruedo lleno de palitroques que un empleado de la plaza recogerá sin ningún peligro, mientras el torero se refresca de tanta carrera.
Llegados al tercio de muleta, el torero se volverá a poner bonito, sabedor de que el toro domesticado, no le amenazará en ningún momento y volverá a ejecutar infinidad de pases, incluso algunos que no recordamos en la actualidad, una vez cansado de tanto pase, simulará la Suerte Suprema, con un estoque de madera, para no dañar la piel del toro, que luego compraran los “guiris ”en tiendas de regalos y souvenir. Después de simulada la estocada, unos bueyes meterán al toro otra vez a los corrales y los turistas buscadores de emociones, se Irán a los tablaos flamencos, incluidos en los programas de las agencias de viajes a degustar platos de fritanga y vino peleón, escuchando una música que llamarán flamenco, interpretado por un japonés que vino a España de niño y que aprendió a tocar la guitarra, bailar un poquito por bulerías y cantar por tanguitos, con dudoso eco gitano.
Si la ciencia - ficción que convenimos mi amigo y yo, llega a materializarse, mucho me temo que será posible, agradecería que alguien, a ser posible amigo, quite el interruptor, el mundo deje de dar vuelta y mi amigo y yo aprovecharemos para apearnos con nuestro Ribera de Duero.
Tomen nota los taurinos.